jueves, 3 de noviembre de 2011

Personificando a Ginny Weasley

#~Harry Potter y el Príncipe Mestizo. 


Él sonrío, por lo cual, automáticamente lo hice yo. Aún no entendía al cien por ciento de que era lo que me gustaba de él, pero había algo, casi mínimo que me atraía. Los copos de nieve revoloteaban alrededor de su rostro, algo que hacía resaltar el color de su piel morena. Mordí mi labio inferior antes de sentir sus labios rozar mi mejilla. La verdad, hacía frío, y por más que todo era romántico y tierno, necesitaba entrar a algún lugar caliente. Sin hablarle le tomé la mano y comencé a caminar ni muy rápido, ni muy despacio, por miedo a resbalarme con el hielo que se esparcía debajo de mis pies. Las Tres Escobas estaba absolutamente repleto de personas, algo que se me hizo agradable, no me gustaba la soledad, estaba acostumbrada a siempre tener compañía, cualquiera se tratase ésta. Al vivir en una familia multitudinaria, cualquier espacio con menos de cuatro personas a mi alrededor, era algo así como soledad, excepto cuando Harry estaba en esa habitación. Suspiré un tanto apesadumbrada, no debía recordarlo más, tenía que sacarlo de mi mente de una vez por todas. Aunque la idea de Hermione, demasiado tentativa, me llamaba mucho la atención, debía dejar de creer en los finales felices y los cuentos de hadas. No todo era perfecto y tenía que aceptarlo. Mi vida tenía que dejar de depender de aquel chico de ojos verdes. 

Si no fuera porque Dean apretó suavemente mi mano, me hubiera olvidado que él estaba a mi lado. Cada vez que pensaba en Harry me pasaba aquellas cosas. Sentí como mis mejillas se encendían suavemente. Miré al moreno a los ojos y le sonreí. – Allí hay una mesa libre ¿vamos? – sus palabras fueron casi en un grito, el lugar estaba tan repleto y se hablaba en un tono tan alto, que era imposible hablar normalmente. Asentí con la cabeza, haciéndome paso entre la gente. Se podría decir que todos me conocían como una chica de pocas palabras, un tanto tímida. Dean me ayudó a quitarme el abrigo y lo colgó sobre una silla, la cual quedó libre por el resto de la tarde. Ambos no sentamos del lado de los sillones, y no fue mucho el tiempo que él demoró en ir a buscar las cervezas de mantequillas. Luego de dejar éstas sobre la mesa, y volver a su lugar, a mi lado, me tomó de las manos y me miró a los ojos. – Estás preciosa hoy – fueron sus palabras. Le sonreí. –Gracias – me encogí de hombros sin saber que otra cosa decir, más bien, jamás sabía que decir cuando decían aquellas cosas. - ¿Cómo te fue hoy en la clase de Transformaciones?– preguntó mientras soltaba mi mano y se encargaba de bajar la mitad de su cerveza. –Bastante bien – contesté mientras tomaba el otro vaso en mis manos. – Me salió lo que tenía que hacer, por lo tanto lo veo bien –reí por lo bajo. - ¿Y qué hiciste hasta que nos encontramos aquí? Demoraste un poco – rodeé los ojos para luego mirarlo y sonreírle. Sí, me tenía bastante controlada, pero la relación recién comenzaba y entendía esas cosas de “desconfianza”. – Me di un baño y estuve un rato con las chicas – volví a sonreír. - ¿Tú que hiciste? – levanté una ceja y reí divertida. – Yo… am… nada, terminé con los deberes– parecía más animado de lo común y eso me agradaba. Dean era de aquellas personas que te transmitía sus sentimientos y hacía que estuviera del mismo humor que él. Luego de dar un trago bastante largo a mi cerveza de mantequilla, dejé el vaso sobre la mesa nuevamente. Él tomó un mechón de mi cabellera colorada y lo dejó delicadamente detrás de mi oreja. Lo miré a los ojos, sonriendo a medias. No fue mucho lo que tuve que esperar para sentir sus labios sobre los míos. Dean tenía una manera especial de besar, era dulce y paciente, algo que me gustaba, me respetaba y eso era lo único que podía llegar a pedir. 

Por más que lo intentase una y mil veces más, no podía evitarlo. Mientras mis labios eran usurpados por otros, el pensamiento de “¿Cómo sería besar a Harry?” se me vino a la mente. Me hacía sentir una terrible persona, pareciera que lo estaba usando a Dean para olvidarme del ojitos verdes, pero la única manera de lograrlo, era haciendo lo que estaba haciendo; salir con otros chicos. Hermione me había dicho que funcionaba, y palabra dicha por ella era palabra sagrada. Confiaba hasta lo imposible en ella. Mordí suavemente el labio inferior del moreno para terminar con el beso en ese instante, no es que no lo estuviese disfrutando pero me sentía una engañadora. Sí, eso. Le sonreí, para dejarle en claro que no era por el y llevé mi atención al vaso de cerveza nuevamente. Procuré mantener mis labios ocupados con aquél líquido, mientras Dean me abraza por la espalda y me besaba en la mejilla. ¿Cómo hacía para sacarme aquellos pensamientos de la cabeza? ¿Tan difícil era? Suspiré y dejé el vaso sobre la mesa para volver a mirar a mi… a mi novio. – Te quiero mucho colorada – fueron sus palabras, casi en un murmullo, cuando acercó sus labios a mi oreja. – Yo también te quiero – contesté y me abrazó con tanto cariño que me hizo sonreír. Llevé mis manos a sus mejillas y las pellizqué con dulzura, haciéndolo reír. Volvió a abrazarme, mientras me decía cursilerías cerca del oído y jugaba con mi cabello. Le devolví el abrazo, riendo de las cosas que me decía, jugando con las puntas de sus cabellos morochos. En aquella posición que estábamos, tenía posibilidad de mirar a nuestros alrededores. En la mesa de al lado se encontraban unos alumnos de Hufflepuff y al frente estaba Luna con Neville, por un momento pensé en invitarlos para que se sentaran con nosotros, pero esa idea se fue de mi cabeza cuando recordé con quien estaba. Dean era demasiado cariñoso, llegaba a molestar a la gente que estaba en nuestra compañía. Y al final del salón, detrás de las escaleras, la mesa estaba ocupada por tres personas. La sangre se me heló y por un momento sentí que mi corazón había dejado de palpitar. No sólo estaba mi hermano, mirándome con la típica cara de: “Mataré a quién te toque”, y sus labios fruncidos como si fuera un niño pequeño que no consigue lo que quiere. Si no que también estaba Harry. Nuestras miradas se encontraron por un mini segundo, el más largo de toda mi vida. 

Dean me obligó a correr la mirada cuando dejó de abrazarme y se separó de mi, mirándome a los ojos preocupado. - ¿Te pasa algo? – su voz sonó asustada. Pestañé varias veces e intenté sonreír. – Sí, estoy bien – carraspeé- ¿Por? – tragué en seco cuando el moreno se giró para mirar a la dirección en la que mi mirada, nerviosa, se pasaba. –Entiendo, tu hermano – volvió su mirada a mis ojos. – Si quieres podemos irnos de aquí – el quería comprenderme, hacía el esfuerzo de hacerlo, pero sabía que nunca podría. – Si no quiere ver… que se vaya él – le sonreí y besé dulcemente sus labios. Dando por concluida la charla.

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