Su ausencia es mi condena.
No quería abrir los ojos, pero no porque no pudiera, si no porque tenía miedo de que la realidad azotara mi vida como un látigo. La oscuridad reinaba en mis parpados y por ese motivos supe que era de noche... Tanteé la cama con mi mano sin encontrar nada y en ese momento me dí cuenta que no estaba más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario