Si de algo estaba segura la pequeña niña, mirando a su mejor amiga peinándose en frente del espejo, es que la amaba como si fuera la hermana que siempre ella había querido tener, que la necesitaba para poder completar su vida, para ser lo que ella era hoy.
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El chico sonrío de lado, con ese aspecto de travesía luego de decir algo sumamente atrevido en son de broma, característica de la relación de ellos dos, la niña no pudo evitar reír a carcajadas. A pesar de todas las peleas y discuciones que estos dos mejores amigos compartían a diario, se podía saber a ciencia cierta que la niña lo amaba, y lo amaba de verdad.
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Si de algo estaba segura esta pequeña niña, viendo dormir a su esposo tranquilamente como un niño, lleno de inocencia y vida, era que lo amaba, y lo amaba como jamás había amado a nadie. Sabía a ciencia cierta que su existencia entera dependía de él, que su mundo era él.
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